La llamada “cuesta de enero” suele tratarse como una consecuencia inevitable de los excesos de diciembre. Sin embargo, reducirla a un problema de consumo temporal invisibiliza una realidad más profunda: en Costa Rica, el inicio del año expone la fragilidad financiera de una gran parte de los hogares.

Enero concentra gastos que no son opcionales. El pago del marchamo (si, como muchos ticos hacen, se deja para el final), los servicios públicos, las matrículas y útiles escolares y otros compromisos financieros llegan luego de un mes de alto gasto. Esta combinación convierte el inicio del año en uno de los momentos de mayor presión económica para las familias.

El problema no es solo coyuntural. Según la Tercera Encuesta Nacional de Endeudamiento 2025, los hogares costarricenses destinan en promedio un 34 % de sus ingresos mensuales al pago de deudas. Este dato es clave para entender la magnitud del desafío: más de un tercio del ingreso familiar ya está comprometido antes de cubrir alimentación, transporte, educación o servicios básicos. En ese contexto, cualquier gasto adicional, por esperado que sea, puede desequilibrar la estabilidad financiera.

La cuesta de enero surge, en gran parte, por la ausencia de colchones financieros suficientes, ya que, para una parte importante de la población, el ahorro no es una práctica sistemática. La limitada capacidad de reserva hace que eventos previsibles, como el inicio del curso lectivo o el pago de impuestos, se vivan como crisis recurrentes.

Este escenario es ideal para revisar las herramientas disponibles que permitan planificar mejor el flujo de ingresos y gastos a lo largo del año. Acciones como elaborar un presupuesto realista antes de cerrar el año, revisar y ajustar los gastos al iniciar el nuevo ciclo, o destinar una parte del aguinaldo y salario escolar para cubrir compromisos de enero, tienen un impacto directo en la estabilidad de corto plazo.

No se trata de grandes excedentes, sino de planificación. Del mismo modo, reducir compras impulsivas, revisar suscripciones innecesarias y priorizar la amortización de deudas pequeñas contribuye a aliviar la carga financiera acumulada.

Más allá de los consejos prácticos que ayudan a superar esta cuesta de enero, es importante reconocer que la misma es un síntoma de un problema mayor de educación financiera, la falta del hábito del ahorro y el sobreendeudamiento. Mientras una parte importante de la población siga destinando una proporción tan alta de sus ingresos al pago de deudas, el inicio del año seguirá siendo un periodo de vulnerabilidad económica.

La cuesta de enero no debería ser una tradición, pero este año puede ser la oportunidad ideal para planificar como obtener una mayor resiliencia financiera durante el 2026.  Esta señal de alerta permite a los hogares repensar cómo administrar sus ingresos, deudas y demás prioridades financieras.

Rebeca Fernández, Ejecutiva de Educación Financiera del Conglomerado Financiero Grupo Mutual